Cuando alguien me hace esta pregunta es muy difícil dar el nombre de un vino en concreto o una marca ya que sería como querer nombrar la mejor comida del mundo, mejor canción del mundo, mejor playa del mundo, aunque aquí en Cullera sí podemos afirmar que tengamos una de las mejores (bajo mi punto de vista) y así un largo etcétera, que podríamos enumerar. Por todo esto los parámetros que hacen que percibamos algo como lo mejor del mundo, o simplemente si me gusta o no me gusta, son muy subjetivos y anclados tal vez a unos registros emocionales, que en cada persona son únicos por todas las vivencias vividas durante toda su existencia y por eso pueden variar de unas personas a otras.
Así el mejor vino del mundo es aquel que te gusta a ti más. Es decir cada persona percibimos la calidad de los vinos de diferente manera, hay personas que perciben la calidad en vinos voluptuosos, carnosos, afrutados, jóvenes y hay otras personas que perciben la calidad en vinos más ligeros, aterciopelados, delicados, complejos, añejos y todos estos matices también pueden ser combinados de muchas maneras. ¿Cuál es mejor? Eso depende de cada persona, no debería ser algo dogmático.
Pienso que es igual que cuando vamos a comer a un restaurante y pedimos un solomillo. El chef nos preguntará que cómo queremos la carne poco hecha, medio, o muy hecha. Es decir nos está ofreciendo la mejor calidad y materia prima que tiene, pero preparado de diferente manera. Para lo que una persona puede ser lo mejor, para otra puede ser incluso lo peor.
Evidentemente también hay ciertos parámetros mínimos para considerar un vino de calidad aceptable o no. Por eso para mí, un vino de calidad debería ser redondo, que no tenga aristas, que no domine la madera, la acidez, el alcohol, el amargor, el dulce, lo afrutado, es decir que estén todas estas sensaciones bien ensambladas, armoniosamente conjugadas y equilibradas. También debería ser original, que tenga un toque de particularidad que le haga destacar y sobresalir del resto. Me gusta que los vinos expresen el terruño o el lugar de donde proceden que no sea uno de esos vinos que se podría hacer o clonar en cualquier parte del mundo. Como bien escuché un día en una conferencia de un prestigioso enólogo, la viña te la puedes llevar al país del mundo que quieras y plantarla, pero el terruño o Terroir es imposible de transportar o copiar ya que los terrenos se han ido formando durante miles de años.
También es cierto que la gente joven que empieza a beber vinos empiezan con vinos jóvenes afrutados y fáciles de reconocer, a medida que tu paladar evoluciona buscas cosas que no sean tan predecibles y cuando alcanzas un nivel avanzado de cata los vinos de crianza, reserva, alta expresión, diseño o autor, son el deleite de tus sentidos.
Los vinos que están rompiendo esquemas y verdaderamente llamando la atención de clientes, expertos gastronómicos, bodegueros y sumilleres, son los vinos completamente naturales y en estado puro elaborados por pequeños productores que miman el producto mucho hasta el mínimo detalle y que le ponen toda la pasión del mundo, que es algo de lo que nunca deberíamos carecer en todo aquello que desarrollamos.
Javier Cantos, gerente y primer sumiller de El Rincón del Faro